Quantcast
Channel: lugares perdidos
Viewing all articles
Browse latest Browse all 47

La primera vez que me oí

$
0
0

 

IMG_4244

Cuando llegué al colegio sabia juntar las letras con dificultad, pero en el colegio no tenía mucho que hacer, al principio seguía a los niños, y les hablaba… o lo intentaba… pero nadie me oía, ni siquiera yo oía mis propias palabras. Así que empecé a leer… me pasaba el día en la biblioteca, no se cuanto tardé en leer el primer libro,… mucho… pero lo acabé… Se titulaba La vuelta al mundo el 80 días, y en la portada había un globo volador, con una cesta donde había dos hombres y una mujer, con un vestido precioso yo nunca había visto ese tipo de vestidos.

Desde ese mismo momento, desee viajar, desee conocer otros países, otras ciudades, pero mientras, me acostumbré a vivir en el colegio, me acostumbré a los niños que iban y venían… que se iban y ya no volvía a saber de ellos. Me acostumbré a buscarlos y ver si por la noche dormían.

Cada día veía a los niños que llegaban al centro… tristes… lloraban… y yo les intentaba consolar… pero no me oían, no les podía acariciar… porque mi mano no se detenía con su piel… y les atravesaba. Tardaban unos días, pero ellos también se acostumbraban y al cabo de un tiempo volvían a sonreír, a jugar, a salir al patio, a no estar solos.

Y así pasaron otros 10 años, el colegio fue abandonado por los niños, y los curas que lo regentaban en 1947, y decidí volver a mi casa, tenía ganas de ver a mi madre. Cilleruelo había cambiado poco, algunas calles tenían aceras, alguna casa caída, pero poco cambio… sin embargo cuando llegué a mi casa, a nuestra casa… ya no estaba mi madre… ya no había nadie… la casa estaba abandonada… y parecía que hacía tiempo… No sabía que hacer… me recorrí el pueblo intentando encontrarla, entraba y salía de las casas… les veía escuchando la radio, ya no tenían gramola. Los vecinos eran desconocidos, no recordaba a nadie, no conocía a nadie. Pasaba los días por las calles de Cilleruelo, y las noches volvía a mi casa, sola, en silencio, sin nadie, esperando que mi madre volviera un día.

Un día me pareció reconocer a Alfonso, el cartero. Recordaba que cuando me fui venía a casa casi todos los días a acompañar a mi madre. Decidí seguirle… El hombre vivía solo, y no parecía que tuviera muchos amigos, de vez en cuando saludaba a alguien por la calle, pero siempre iba solo, siempre triste, cabizbajo. Su recorrido se limitaba a dar un paseo por el pueblo y volver a su casa, comía algo, solo… dormía una siesta en un sillón con enormes orejas y dejaba que pasara el tiempo, la vida… solo.

Le pregunté una y mil veces por mi madre, pero no me oyó, intenté mover el sillón, el tenedor, el vaso, intenté moverlo todo… que el viera que yo estaba allí, pero nada… todos mis esfuerzos eran inútiles.

Un día salió de casa y tomó otro camino… se dirigió al cementerio de Cilleruelo, y le seguí… era un día cualquiera… entró dentro, y a la entrada se detuvo delante de una lápida, en ella leí horrorizada: Juana Herraez, 1893- 1938. No podía ser!!!  Mi madre muerta, y no me había buscado? Y yo sin saberlo!!!

Mi enfado era mayor que mi pena… Porque estaba sola? Porque mi madre no me había buscado? En ese momento gruñí, gruñí como un animal, como un gato en celo, y me oí… yo me oí… y Alfonso me oyó, y se asustó, miró hacia todas partes pero sin ver nada… Pero a partir de ese momento, conseguí que la gente me oyera.

Volví a mi casa, a mi casa abandonada, sola, triste, sin esperanza pero sabiendo que podía conseguir que alguien me oyera.

By @Zenalmor

IMG_3125

IMG_4252

IMG_3373



Viewing all articles
Browse latest Browse all 47

Trending Articles