
Capítulo 1: La Tormenta
Era una noche oscura y tormentosa cuando Javier, un hombre de mediana edad, se encontró atrapado en un violento aguacero. Las calles de su pequeño pueblo estaban desiertas, y el viento aullaba como una bestia enfurecida. Sin un lugar donde refugiarse, recordó que a las afueras del pueblo se alzaba el antiguo Hospital del Terror, un edificio que había estado cerrado desde 1980.
A pesar de las historias que circulaban sobre el hospital —susurros de almas en pena y llantos de bebés— la necesidad de escapar de la tormenta lo llevó a cruzar la verja oxidada que marcaba la entrada. La puerta principal, sorprendentemente, estaba entreabierta. Con un profundo suspiro, Javier entró en el vestíbulo polvoriento.
Capítulo 2: Primeras Impresiones
El interior del hospital era tan sombrío como se esperaba. Las paredes estaban cubiertas de moho y las ventanas rotas dejaban entrar ráfagas de viento helado. Sin embargo, lo que más le inquietó fue el silencio; un silencio que parecía estar cargado de secretos. Mientras avanzaba por el pasillo principal, una sensación extraña lo invadió. Era como si alguien lo estuviera observando.
Decidió buscar un lugar donde pasar la noche. A medida que exploraba, escuchó ecos lejanos que parecían susurros. «¿Es solo mi imaginación?», pensó. Se detuvo en una sala de espera donde encontró viejas sillas cubiertas de polvo y telarañas. Se sentó y trató de calmarse mientras la tormenta rugía afuera.
Capítulo 3: Alucinaciones
A medida que las horas pasaban, Javier comenzó a sentir un cansancio abrumador. Cerró los ojos por un momento, pero cuando los abrió, la atmósfera del hospital había cambiado. Las sombras parecían alargarse y moverse a su alrededor. Los susurros se convirtieron en lamentos desgarradores.
De repente, vio una figura en la esquina de la habitación: una mujer con un vestido blanco empapado que parecía flotar en lugar de caminar. Su rostro estaba cubierto por una melena oscura y desordenada, pero sus ojos brillaban con una tristeza infinita.
«¿Por qué has venido aquí?», preguntó la figura con una voz temblorosa.
Javier intentó responder, pero las palabras se le atragantaron en la garganta. La mujer extendió su mano hacia él, y en ese instante sintió un escalofrío recorrer su cuerpo.
Capítulo 4: La Revelación
La figura desapareció tan rápido como había aparecido, pero dejó a Javier temblando. Se levantó y comenzó a caminar por los pasillos oscuros del hospital, buscando respuestas a lo que acababa de experimentar. Las paredes parecían cerrarse a su alrededor, y los ecos de llantos infantiles resonaban en su mente.
En una sala contigua, encontró una serie de fotografías antiguas colgadas en la pared: imágenes de mujeres embarazadas con miradas perdidas y tristes. En ese momento comprendió que el hospital había sido un lugar donde se habían cometido atrocidades; un refugio para aquellos que no tenían voz.
Mientras contemplaba las fotografías, los llantos se intensificaron hasta convertirse en gritos desgarradores. Javier se cubrió los oídos para ahogar el sonido, pero era inútil. Las voces clamaban por ayuda, por justicia.
Capítulo 5: La Caída
Desesperado y asustado, Javier intentó regresar a la sala donde había estado antes. Sin embargo, los pasillos parecían haber cambiado; cada esquina lo llevaba más lejos de su refugio inicial. El aire se volvió denso y pesado, como si el mismo edificio estuviera vivo y lo estuviera atrapando.
Finalmente llegó a una habitación grande llena de camillas viejas y equipos médicos oxidados. En el centro había un espejo cubierto por una tela polvorienta. Al acercarse para quitarle la tela, sintió un dolor punzante en el pecho. Se llevó las manos al corazón; estaba latiendo desbocado.
En ese momento decidió que debía salir de allí urgentemente. Sin embargo, antes de poder moverse, cayó al suelo con un fuerte golpe mientras su visión comenzaba a nublarse.
Capítulo 6: El Último Suspiro
Mientras yacía en el suelo frío y duro del hospital, sintió cómo la vida se le escapaba lentamente. Los gritos se transformaron nuevamente en llantos suaves y melancólicos; era como si las almas atrapadas estuvieran llorando por él.
«¿Por qué no te quedas?», susurró nuevamente la figura femenina desde las sombras. «Necesitamos un nuevo vigilante».
Con su último aliento, Javier comprendió que no iba a salir vivo del hospital esa noche. Sintió cómo su cuerpo se relajaba mientras caía en un profundo sueño eterno.
Capítulo 7: El Nuevo Vigilante
Cuando despertó nuevamente —si es que realmente despertó— ya no era el mismo Javier. Su cuerpo estaba inmóvil sobre el suelo frío del hospital, pero su conciencia flotaba entre las sombras del lugar.
Observó cómo los visitantes llegaban al hospital atraídos por las leyendas urbanas; cómo entraban llenos de curiosidad y miedo. Y entonces supo lo que debía hacer: proteger el secreto del hospital y guiar a aquellos que se atrevían a entrar.
El antiguo Javier se convirtió en el nuevo Vigilante del Hospital del Terror.
Capítulo 8: La Eternidad del Vigilante
Desde aquella noche fatídica, los ecos del pasado resonaron aún más intensamente dentro del hospital. Los llantos continuaron atormentando a quienes cruzaban sus puertas; algunos huían aterrorizados mientras otros caían bajo el hechizo del lugar.
El nuevo Vigilante observaba desde las sombras, asegurándose de que nadie olvidara las historias ocultas entre esas paredes desgastadas por el tiempo. Sabía que nunca podría escapar; estaba destinado a ser parte del horror eterno del hospital.
Y así continuó la leyenda: cada vez que alguien entraba buscando emociones fuertes o curiosidad morbosa, Javier —ahora conocido solo como «el Vigilante»— estaba allí para recibirlos con los brazos abiertos… o quizás con algo mucho más aterrador.
Epílogo
Las tormentas seguían azotando el pueblo de vez en cuando; siempre traían consigo historias nuevas sobre el Hospital del Terror y su misterioso vigilante. Algunos decían haberlo visto merodeando entre las sombras; otros afirmaban haber escuchado susurros pidiendo ayuda o advirtiendo sobre los peligros dentro.
Pero nadie se atrevía a entrar nuevamente.
El hospital permanecía erguido entre los árboles oscuros como un monumento al sufrimiento humano: un lugar donde las almas perdidas encontraban consuelo… o condena eterna bajo la mirada vigilante de aquel que alguna vez fue solo un hombre perdido en una tormenta.










Fotografia:
Mario Alfonso
Texto:
Eva Saez
Localizacion:
Hospital Cerrado años 80, cerca de Lisboa, Viaje Diciembre 2024