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El hotel de Cilleruelo

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La casa del matrimonio Alfonso en Cilleruelo no tenía nada de particular, excepto su gran número de habitaciones, todas igualmente confortables. La pareja la había conseguido por un precio razonable… después de negociar mucho con los descendientes de los dueños de la casa, un pobre anciano en silla de ruedas y su hijo disminuido psíquico. Todas las gestiones hasta que el matrimonio Alfonso pudo llegar a una compra satisfactoria las había realizado un sobrino no muy agraciado físicamente, al que en el pueblo llamaban con sorna “el galán”. En principio fue adquirida con la intención de convertirla en una pensión, donde pudieran alojarse funcionarios o empleados de la vecindad.

Gracias a sus precios económicos, el negocio prosperó, y poco a poco iban teniendo clientes fijos, pero un buen día un empleado joven llamado Miguel se marchó bruscamente asegurando que su habitación estaba embrujada. Miguel había sido el primer inquilino de esa habitación, y la huida había pasado después de su primera noche, así que antes de volverla a alquilar, decidieron comprobar por sí mismos lo que ocurría en ella.

Desde la primera noche reconocieron que Miguel no había mentido.

Entre la una y las dos de la madrugada, la señora, Amalia,  fue despertada por un extraño ruido, como el de un enorme gato arañando el parquet. Al mismo tiempo, su marido, Mario,  también se despertó y los dos oyeron en silencio como el extraño ruido aumentaba y disminuía, como si su misterioso autor se acercara y alejara de la cama. Mario no pudo más y gritó:

-¿Quién eres y qué haces aquí?

El ruido cesó, pero un segundo después, las sábanas fueron arrancadas violentamente de la cama. Amalia encendió una vela que guardaba cerca de sí. En el cuarto no había nada, sin embargo, no encontraron las sábanas.

Se levantaron y asustados cerraron con llave y se fueron a pasar el resto de la noche en su dormitorio. A la mañana siguiente, volvieron a la habitación de Miguel y encontraron las sábanas revueltas sobre la cama; el cubrecama, de gruesa lana, estaba intacto, pero las sábanas estaban hechas jirones.

Amalia se negó a repetir la experiencia, pero su esposo, obstinado, volvió a instalarse en la habitación embrujada. Esta vez mantuvo una linterna encendida en la cabecera de la cama. Tardó mucho en dormirse, pero cuando empezaba a vencerlo el sueño, fue sobresaltado por el mismo ruido de la noche anterior. Mario se incorporó y vio, a la luz de la lámpara, a una joven de aspecto miserable, con un blanco vestido, de pie en el centro del cuarto, contemplaba a Mario con evidente desconfianza.

Pese al miedo, Mario preguntó a la joven cuáles eran sus intenciones. A modo de respuesta, ésta empezó a resoplar como un gato furioso e intentó agarrar las sábanas. Entonces Mario notó que sus manos descarnadas eran extraordinariamente largas y que terminaban en uñas como garras. Casualmente, Mario tanteó junto a la cama una caña de junco, la tomó y con ella intentó apartar las garras de la joven. No encontró resistencia alguna y el junco atravesó el cuerpo de la joven como si fuera de humo. Entonces la joven fantasma retrocedió, lanzando amenazas y hundiéndose en la pared, desapareció. La noche terminó tranquilamente. La pareja sacó los muebles y cerraron el cuarto. El fantasma no quebró la paz de ninguna otra habitación. Pero aproximadamente dos años después el matrimonio recibió la visita de un primo de Mario y decidieron hablarle  del extraño suceso. Pedro, que así se llamaba el primo de Mario, no creía en fantasmas y se ofreció a pasar la noche en la habitación del fantasma, como habían decidido llamar a esa habitación.

Pedro, a pesar de su incredulidad cerró la habitación con llave e incluso aseguró la puerta con un sólido cerrojo. Entre la una y las dos fue despertado por una fuerte sacudida en su cama y vio a la joven que lo observaba, colérica. Cuando Pedro se disponía a levantarse, la joven retrocedió, gruñendo como un gato furioso y desapareció. Luego se oyeron muchos golpes de gran violencia contra (o dentro) de los muros y un enorme trozo de yeso se desprendió del techo. Pero el espectro no volvió a aparecer. Pedro salió de la habitación asustado y decidió no volver a dormir ahí.
By @Zenalmor


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