
La primera nota que escribí a Sonsoles fue el 28 de julio, ese día llegué al pueblo, a la casa de mi abuela, que ahora era mi casa. Siempre me había gustado esa casa, pasé todas las vacaciones de mi vida en ella, primero con mis abuelos, luego solo con mi abuela, luego mi madre y luego sola.
No había nacido en ese pueblo, pero mis padres y mis abuelos si, mis cuatro abuelos, así que me sentía tan de pueblo que hasta heredé el mote de mi abuela “La churra”. En ese pueblo hice mis primeros amigos, tuve mi primer amor, en ese pueblo viví más de lo que he vivido nunca en ningún otro sitio.
El día 28 de julio llegué a casa, cansada, muy cansada. Había estado ingresada dos semanas en el hospital, y no era la primera vez. A veces pensaba que pasaba más tiempo en el hospital que en mi propia casa, por eso cuando llegaba al pueblo quería olvidarme de todo, disfrutar y ser feliz. Ese día ya sabía que me iba a morir, que no iba a pasar de ese verano, y le escribí la primera nota a Sonsoles, le dije gracias por ser mi amiga, solo eso. La escondí en un cajón que sabía que ella miraría cuando muriera.
Sonsoles no era mi única amiga, pero sí que creo que es la que más me va a echar de menos.
Cuando murió mi madre, de una forma estúpida, como solo puede ser un accidente fortuito, la casa fue para mí. No creo que nadie pensara otra cosa, yo era la que había venido cada día de las vacaciones. Mi hermano prácticamente no iba al pueblo, el tenía otros amigos, otra familia, otro lugar donde estar. Estuvimos unos años manteniendo la casa de mis padres entre los dos, pero solo eran problemas, así que la vendimos y con el dinero yo decidí arreglar la casa de la abuela, creo que en esos momentos pensaba que podríamos pasar nuestra vejez allí.
Sonsoles se encargó de todo, de diseñar las reformas, de decidir el suelo, las paredes, los electrodomésticos de la cocina, donde estaría la calefacción, y cuando llegué ese año en las vacaciones de semana santa ya estaba todo terminado. No le faltaba un detalle, hasta la cama dorada de mi abuela brillaba. Después, justo después cogimos el covid, primero mi marido, luego yo. Ya nunca nada volvió a ser igual, no es que antes fuera todo bien. Siempre he estado enferma, no sé muy bien porqué, a lo mejor porque fumaba, porque bebía, o porque no era feliz.
Volvimos al pueblo el 28 de julio, ese día ya sabía que me iba a morir, y sabía que iba a ser pronto. Dejé de tomarme la medicación, no se lo dije a nadie. Creo que Sonsoles, sospechaba, porque varias veces me preguntó que qué medicación tomaba, y yo siempre daba largas, y ella dejaba de preguntar.
Teníamos un perro al que queríamos como un hijo, ya sé que es absurdo, pero es así, no habíamos tenido hijos, ni perros, ni gatos ni nada, pero a mi madre siempre le habían gustado los buldog franceses, y cuando mi madre murió y tuve la oportunidad, adoptamos uno, que nos alegro la vida, a los dos, no solo a mí.
Cuando salimos del hospital con el covid, primero yo, luego mi marido, decidimos dejar de fumar. Mi hermano me trajo al perro, que lo tenía él, pero los dos estábamos tan cansados, que no podíamos sacarlo, no sé si eso influyó, pero al poco tiempo el perro murió, de cáncer de pulmón. En esos momento, de verdad que es muy difícil hacer como que estas bien, siempre como de broma, como que todo está bien, como que la vida es esto y hay que seguir con ella. Pero yo ya estaba cansada de vivir, de pasar un cáncer, de tener metástasis, de quimioterapia, radioterapia, estaba tan cansada de todo. De ir al hospital, tan cansada de enfermedades, de tristezas, de la muerte de mis padres, tan jóvenes los dos.
Sabía que antes o después volverían a ingresarme, cada vez me encontraba peor, pero no lo decía, siempre decía no, estoy mejor, me encuentro mucho mejor. Mentía para no preocupar a nadie, a mi familia, a mis amigos.
Pensé donde colocar la segunda nota, sabía que en el momento en que Sonsoles encontrara la primera nota, buscaría a ver si había más notas. Primero lloraría, pero luego entendería y buscaría más. Así que decidí numerarlas, cogí la primera nota y la metí en un sobre donde escribí NOTA PARA SONSOLES (1) así ella ya sabría que había más y que las buscaría.
Busqué sobres, no solía tener mucho material en el pueblo, y me acordé de cuando recibía cartas en el pueblo de mis amigas de Madrid, busqué, porque estaba segura de haberlas guardado en una caja. Las encontré, me seguía gustando esa caja, era una caja de madera, que había lijado, pintado y barnizado, era bastante grande. Fue una de las primeras cosas de artesanía que hice, ya tendría más de 20 años. Cogí los sobres, todos dirigidos a mí, y saqué las cartas, que volví a dejar en la caja. Solo me interesaban los sobres.
Sonsoles no era del pueblo, vino con su marido y durante mucho tiempo todo el mundo la llamaba “La gallega”, se ganó a todo el pueblo con su alegría, su simpatía y sobre todo por su capacidad para trabajar. Yo creo que ya nadie se acuerda que no era del pueblo, ahora es del pueblo.
En la segunda nota quería decirle lo que quería que se hiciera con mis cenizas, pero pensé que ella no sería la receptora de ese mensaje, así que una noche como quien no quiere la cosa le dije a mi marido que cuando yo me muriera echaran mis cenizas en las tres cruces, le dije ¿Me lo prometes? Y él me dijo que sí, pero no sabía que se lo decía porque iba a tener que hacerlo pronto.
Ese día me puse a pensar quien iría al tanatorio, ¿A cuál me llevarían? ¿De qué hablarían? ¿Llorarían?
La segunda nota fue fácil, la desee lo mejor, desee que en su vida fuera feliz, que sus hijas y su marido fueran felices, que su vida fuera plena, sin enfermedades, sin penurias, la desee que viajara, que conociera mundo. Sonsoles nunca había salido de España, la desee que conociera todo lo que quisiera conocer, que viera todo lo que quisiera ver, y que lo hiciera pronto.
Me puse a pensar en mi familia, escasa, éramos tan poca familia y con tan poca relación. Imaginaba que todos se reunirían por mí. Imagino que en el pueblo.
Ya tenía claro que iban a ser cuatro notas, pero también tenía claro que la cuarta nota debería ser especial. En la tercera nota le dejé la receta de las rosquillas de mi abuela, era de las pocas cosas que hacía en la cocina que me salían mejor que a ella. Siempre me pedía la receta y yo le decía que se la daría cuando me muriera. Va a ser terrible cuando la lea, ahí sí que no dejará de llorar. También le quería decir que cuidara de mi marido, de mi casa, pero se que lo hará sin que yo se lo pida, así que para que gastar una nota.
Después de unos días en el pueblo, volví a Madrid, y me ingresaron, ya lo sabía yo, pero parece que a la gente la sorprendió. En dos únicos días me morí, no sé si saben muy bien de que, de todo, de todo, me morí de todo. Y una vez muerta, de nuevo en el pueblo, escribí la cuarta nota a Sonsoles.
“Querida Sonsoles, esta es la última nota que te escribo, si la estás leyendo es que ya me he muerto y estas en casa buscando la última nota. Pues es esta, solo quería abrazarte por última vez, así que gírate.”
Sonsoles se giró a su espalda, me miró, gritó de pánico y corrió hacia la puerta. Sigo esperando su ultimo abrazo.














Fotos:
Mario Alfonso, @peaton_pulse, Viaje en agosto de 2022
Historia:
@zenalmor