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Novés 1936

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Éramos tan distintos, Asunción tan beata, tan mojigata, creo que nunca se había planteado porque creía, y yo agnóstico total, los dos habíamos nacido en 1901, yo en Yuncler, ella en Seseña, nos habíamos enamorado en las fiestas de Seseña y a los dos años nos casamos, con el problema de que yo, que me consideraba totalmente ateo no iba a hacer esa patochada de confesarme, y el cura, que se llamaba Timoteo, y que hasta ese momento le consideré mi amigo, se negó a casarnos sino me confesaba. Él, que todos sabíamos en Seseña que tenía un hijo, al que todos llamábamos “sobrino”, exigiendo rectitud cristiana… ¿Pero ¿quién se creía que era él, para dar ejemplos de rectitud cristiana? Después de una larga negociación por parte de familiares se consintió en realizar la boda, aún sin confesión.

No sé porque recuerdo eso ahora, mientras oigo como caen las bombas en Novés, abrazando a mi hijo de cuatro años que no deja de llorar y mirando a Asunción y a Flora que rezan de la mano con un soniquete apenas perceptible y un cierto bamboleo de sus cabezas. Hoy ha sido el primer día que los aviones han bombardeado, ya sabíamos que iba a pasar, llevábamos más de una semana preparándonos, cuando oímos los aviones Esteban y yo, gritamos a todos el mundo y los llevamos corriendo a la cueva, llamábamos así a una especie de refugio improvisado que estaba anexo al ayuntamiento, tuve que coger corriendo a Felipe que ya estaba comiendo bicarbonato, una golosina para un niño de cuatro años, y empezó a llorar, no sé si por el susto de que le cogiera o por el ruido ensordecedor de las bombas que caían.

La gente del pueblo me miraba a mí, como pidiendo una respuesta, como si el hecho de ser el médico de Novés me diera una sabiduría que no tenía. ¿por qué nos tiran bombas a nosotros? Por la noche, el bombardeo terminó y nos atrevimos a salir de la cueva, Novés estaba destrozado, no había ni una casa que no hubiera sufrido daños, me preparé a tener el consultorio lleno de heridos o familiares de heridos que venían a buscar de mi auxilio, pero no fue así, nadie vino, nadie se atrevió a salir de su refugio por si las bombas volvían.

El consultorio, que estaba muy bien equipado, había sufrido pequeños destrozos, las vitrinas donde se guardaban los medicamentos habían estallado en mil pedazos, pero la mayoría de las medicinas se mantenían en su sitio, el suelo era lo peor, lleno de cristales, de las dos ventanas una se mantenía hasta con cristales, la otra había desaparecido del todo, en su lugar un gran orificio que permitía ver los escombros que llenaban las calles vacías y oscuras de Novés.

Con las primeras luces ya en el pueblo se sabía que se había constituido el Comité de Novés, y quienes habían sido los primeros asesinados fueron Mariano Benayas Sánchez, Adrián Gómez Caro Ordoñez, Mariano Caro de Paz y Vicente Maroto Bullido. El primero era el Juez de Paz y los otros empleados del ayuntamiento. Después hubo muchas muertes más.

Por el bando contrario comenzaron más tarde, el día 6 de octubre de 1936, cuando entraron las tropas nacionales en Noves. Pero a diferencia de otras localidades vecinas, aquí sí hubo enfrentamientos armados para entregar la villa. En ese momento la represión cambió de signo. Pero la mayoría de los culpables de los asesinatos cometidos contra derechistas habían huido de la localidad hacia Madrid. Pagaron justos por pecadores. El pueblo quedó desierto ante el temor a ser víctimas de las atrocidades que, se comentaba, cometían los llamados moros. Dejamos las casas, animales y demás enseres abandonados. Noves era una villa fantasma teñida del color de la sangre.

Es imposible, al menos para mí, recordar el nombre de todos los vecinos muertos en ese mes de octubre y semanas posteriores. A Pablo Hernández Vivar, y a un tal Indalecio, cuyo apellido ignoro, les fusilaron en el camino de Caudilla. También asesinaron a otros cuatro o cinco, en la era de la tía Sara, entre ellos un señor conocido como el tío Guiñorra. El mismo día de la ocupación nacional, nada más terminar las escaramuzas defensivas, una señora gritó: “¡Matar a ese rojo!”, refiriéndose a mi amigo Esteban, mi compadre, mi hermano, el boticario de Novés, y su muerte fue inmediata.  Ahí decidí coger a mi familia y huir a Seseña.  Fue la primera de muchas huidas.

Durante tres meses la gente del pueblo había venido a mi casa en silencio, sin hacer ningún ruido, trayendo consigo objetos valiosos, normalmente de carácter religioso para que se guardaran en nuestro sótano, sabían de mis ideas políticas y daban por hecho que los soldados republicanos no iban a buscar allí. Se almacenaban en unas tinajas enormes que se completaban con paja hasta que una vez llenas del todo se tapaban y se identificaban con un número pintado con tiza, en ese momento se comenzaba a llenar la siguiente tinaja.

Ya hacía más de una semana que los nacionales habían tomado el pueblo y las visitas nocturnas habían desaparecido, así que en una noche oscura, después de la muerte de Esteban montamos en el coche, Asunción, Marisun, Felipe, Flora, Esteban y Florita y salimos en dirección Seseña, esperando que allí las cosas estuvieran mejor y a ser acogidos por las hermanas y la madre de Asunción. Tres adultos y cuatro niños, en medio de una guerra.

Tardamos toda la noche en hacer poco más de 70 km, los niños estaban mareados y no dejaban de vomitar, Flora no dejaba de llorar recordando una y otra vez como habían matado a Esteban y Florita y Esteban, en silencio, no abrieron la boca en todo el camino. Llegamos ya con las primeras luces del día, la casa familiar se encontraba al otro lado del pueblo. El pueblo estaba bien, alguna ventana rota, algún socavón en la calle, pero a simple vista no había sufrido mucho deterioro. Estábamos a 8 de Octubre de 1936 cuando llegamos a Seseña, y no sabíamos lo que se nos venía encima.

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Fotos: Mario Alfonso

Texto: Eva Saez @zenalmor.Basado en un suceso real de mi abuelo en la guerra civil española de 1936.

Localizaciones:

-Clinica Dr. Pepito(Belgica).

-Colegio de los Escoceses en Valladoliz(España).

-Vivienda en Chinchon( Madrid).

-Colegio Militar General Varela(Palencia).

 

 


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